6 may 2010

De la única forma que sé...

No me acompaña las musas de la inspiración en este moribundo cuerpo sin ti.  No despiertan los duendes el cuerpo inerte de mi ser en la cama desde que no estás, y tú  sigues sin llegar.
No sé caminar sin ti, porque me brindas tu mano para luchar en la batalla a la que cada día me enfrento al despertar y ver que no estás en mi cama. Batalla que no me cuesta librar, porque después de ella estás tú, está tu infinita sonrisa, la dulzura de tu mirada la paz de tu boca.
Porque intentando descifrar lo que me dices cuando te da por mirarme  sonriendo, y por una vez, soy incapaz de mirar más allá de ti.
Te quiero, más y mejor que antes,  te quiero en la simpleza y complejidad de esa palabra y todo lo que ello acarrea. Te quiero, te quiero porque te extraño mientras la frialdad de la noche quema la tempestad de mi cama. Te quiero, te quiero porque cuando todo está tan oscuro apareces mirándome e  iluminado la senda a seguir en la vida, que es la me guía directamente a dónde tú estás. Te quiero, te quiero porque eres capaz de llenar de aire puro la contaminación en la que vive mis pulmones sin tu aire. Te quiero, te quiero porque pueden destrozar todo aquello cuanto alcanzo a ver, pero tú llegas y lo vuelves a crear,  mejor y con más colores para hacérmelo disfrutar. Te quiero, te quiero porque cuando necesito pensar, tú me besas en la cara y me dices todo sin hablar.
Eres, luz allí dónde hay oscuridad, refugio de mi paz, desvelo de verano cuando la luna me quiere despertar. Eres, parte y complejidad en la totalidad de mi vida, eres todo aquello que no puedo describir, porque tú eres tú y con eso me llenas de felicidad. Felicidad de saber que estás a mi lado cuando todo está tan mal, felicidad cuando te espero, no llegas, y de repente apareces como por casualidad.
Siento miedo cuando no estás, miedo a no saber cuál es el camino directo a tu corazón, miedo a  no saber nadar sin ti.
¿Sabes? Me moría por decirte aquella noche en aquella playa todo lo que te digo hoy por aquí, pero que la torpeza de mi voz no sabía describir la felicidad que tu mano me transmitía. Te he de confesar que jamás sentí eso que siento contigo…por eso y nada más no te puedo dejar marchar…
P.D.: Te quiero y lo siento…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sebas qué bonito, como siempre, ojalá toda persona en algún momento de su vida sintiese por otra tanto como tú expresas en tus escritos. Simplemente emocionante. Besos